A lo largo de toda la Escritura el énfasis en la formación y educación es constante. Sirva simplemente como ilustración el hecho de que el verbo
lamad, aprender, es el más utilizado en el libro de Deuteronomio. Por otra parte, en Isaías a Dios se llama
Formador, y a Jesús se le identifica como el
Maestro de maestros. Estos no son más que indicadores de la importancia que tenía para Dios la formación de su pueblo y el liderazgo.
De esta manera, todo lo que encontramos en las Escrituras respecto de la capacitación, es específicamente al servicio del pueblo de Dios, para su transformación, madurez y desarrollo individual y comunitario.
Es pues imprescindible desarrollar capacidades para hacer accesible el texto bíblico al amplio espectro de personas que se vinculan con la iglesia. Esto hace que los distintos roles que se aprecian tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, vayan surgiendo justamente con ese proyecto.