“El corazón alegre hermosea el rostro;[...]” Proverbios 15:13
Existen pocas cosas, al menos para mí, que me produzcan tanta alegría y placer como ver reír a un niño. Escucharlo y al instante contagiarme de esa risa tan fresca, ingenua, sincera. Seguramente si haces memoria, alguna vez has estado con tu ceño fruncido, preocupado por algo y de repente al llegar a tus oídos la carcajada de un pequeño, tu rostro se distiende. Sí, es mágica, nos transporta y nos aleja por un instante de ese mundo serio de los adultos. Suelen reírse de cosas simples, sencillas, mostrándonos una capacidad increíble de disfrutar plenamente del instante que viven. Y me alegra muchísimo saber que nuestro mundo cuenta con las sonrisas de los niños.
Sin embargo, estos últimos días, he podido ver en los periódicos, fotos de criaturas con rostros que expresan el terror de lo que sus ojos ven. Ciudades bombardeadas, familiares muertos, ellos mismos sufriendo dolor físico producido por terribles heridas. Pequeños totalmente vulnerables ante la voracidad de la guerra.
Pero sin ir tan lejos, a nuestro alrededor, tal vez en nuestra propia clase tenemos la oportunidad de ver niños con caras de adultos. El mundo en el cual vivimos ha logrado en muchos casos, robar esa preciosa gema que es la sonrisa de un niño.
Por eso te propongo, desde este humilde lugar, que trabajemos juntos en la restauración de esas risas que se han perdido. Que lo hagamos donde el Señor nos haya puesto para servirle. Es probable que el entorno quizás no te ayude, pero no te alejes de tus chicos sin haberles dejado una sonrisa dibujada en sus caras. Tenemos mucho para enseñarles acerca del amor de nuestro Dios. Que no dejemos de presentarles a Jesús, como su salvador y amigo fiel. Que no dejemos de ayudarlos a creer que el poder de Dios puede dibujar en sus corazones una sonrisa permanente.
Dios te bendiga y guarde.