Estamos a pocos días de festejar otra Navidad. Al andar por las calles visitando comercios y shoppings, podemos observar tantas escenas conocidas y vistas por nosotros como navidades hayamos vivido. Hermosos pesebres adornando las vidrieras de los negocios o nuestros propios hogares.
Mirando el pesebre, puedo ver una virgen que experimenta en su propio cuerpo el milagro más maravilloso que imaginemos. Un esposo que teme a Dios. Una familia que llega a una pequeña aldea. Un mesón que no tiene espacio para albergarlos. Unos pastores que se acercan al lugar. Y un niño, centro de toda la atención.
Es así, que mirando al pesebre, comienzo a pensar en algunos ejemplos que se pueden extraer de esta imagen tan significativa para el pueblo cristiano.
Vemos a María, una jovencita que sin exigir explicaciones, ni motivos, ni siquiera pretendiendo entender lo que ocurriría en ella, dice a Su Dios: “he aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra…” Luc.1:38. Que enseñanza de confianza y entrega maravillosa. ¿Cuántos de nosotros diríamos esto?.
Vemos a José, un joven profundamente enamorado de su prometida, que es visitado por un ángel del Señor, quien le pide que no tema y reciba a su prometida por esposa, a pesar de estar encinta, ya que el bebé que lleva en su vientre, del Espíritu Santo es. El obedece, no cuestiona, simplemente hace lo que se le pide. ¿Cuántos de nosotros obedeceríamos así?.
Vemos al niño, el mismo Dios hecho hombre. Una muestra clara del profundo amor de Dios por cada uno de nosotros. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16. ¿Quién podría rechazar un regalo tan maravilloso?.
Qué bueno sería que un rato antes del brindis, confirmemos nuestra entrega, confianza y obediencia a nuestro Señor, que podamos ofrecer a todos aquellos que compartan nuestra mesa y no conozcan la gracia de Dios, a que acepten este bendito regalo, el regalo de la salvación.
Evitemos que nuestro hogar se parezca al mesón, que no tenía lugar para albergar a Dios mismo. Trabajemos para que sea un lugar donde la confianza, entrega y obediencia a Dios sea su fundamento y donde el mensaje de salvación se entregue a todo aquel que lo visite.
Dios nos guarde y bendiga en todo.