“Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.” Mateo 18:14
Solemos encontrarlos en distintos lugares. Tal vez en la casa de amigos, en una reunión familiar, por la calle, en plazas, en nuestras iglesias, en nuestra clase.
Sí, me estoy refiriendo a los niños. ¿Qué ves cuando los miras? Probablemente al mirarlos no los estemos viendo como el Señor espera que lo hagamos.
Jesús tuvo una mirada especial en distintas oportunidades cuando estuvo en la tierra. A través de los relatos bíblicos podemos notar que su mirada iba mucho mas allá. No miraba tan solo lo que tenía frente a sus ojos, sino que podía ver el bagaje de vivencias que esa persona traía en su interior. Él conocía lo que había en el corazón del que tenía enfrente. Imposible que nuestra mirada sea de esta clase, obviamente.
Sin embargo, también nosotros deberíamos ver algo más de lo que simplemente miramos. Cuando tenemos una criatura frente a nosotros, deberíamos poder ver con los ojos de la fe. Imaginar lo que ese pequeño podría llegar a ser si conociera al Señor como su Salvador personal. Imaginar el cambio que también podría vivir la familia de este niño. Imaginar la familia que este pequeño podría formar a futuro, estando en el camino del Señor. Imaginar también, las distintas situaciones de las que podría ser librado por haber conocido el evangelio en la niñez, me estoy refiriendo a las drogas, alcohol, malas compañías, etc.
Por eso, la próxima vez que te encuentres frente a una criatura, que esta meditación venga a tu mente. Que nuestro Dios te use para llevar su Palabra entre los niños. Que te dé ideas creativas para hacerlo, que puedas poner a Su disposición toda tu capacidad. Que puedas involucrarte cada día más. Que tu compromiso con esta tarea crezca.
Dios te bendiga y guarde.