“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” Proverbios 22:6
Como ya sabes, este es un espacio para todos aquellos que están involucrados en la enseñanza y el trabajo con los pequeñitos. Y como creo ya haberte dicho alguna vez también, la verdad es que todos estamos involucrados directa o indirectamente en esta maravillosa tarea. Criaturas que nos rodean por doquier, en nuestra familia, en nuestro barrio, hijos de amigos, son los receptores de nuestros actos. Así que ya sea frente a una clase o dando distintos ejemplos con nuestra vida, ejercemos docencia. Por lo tanto esta meditación se aplica a todos nosotros.
Sabemos que una tarea sumamente importante es la de invitar a los niños a concurrir a la escuela dominical, horas felices o cualquier otra actividad en donde se le predique el evangelio y enseñe la palabra de Dios. Para ello se suelen visitar barrios, repartir folletos, colocar en las carteleras de nuestros templos los horarios de las actividades para los pequeños. Muchas veces hay iglesias que tienen micros con los que recogen a los chiquitos y los llevan a estas actividades. Todo esto es hermoso y creo que no existe una sensación más linda para un maestro, que la de ver su aula completa.
Sin embargo cuántas veces ocurre que al repasar con nuestros ojos las distintas caritas, vemos que los hijos de nuestros propios hermanos en la fe, no están allí. Y aquí vendría la pregunta que titula hoy nuestra meditación.
Que importante es que vayamos creando en nuestros niños el sano habito de asistir al templo para recibir la palabra de Dios. Ir inculcándoles desde pequeños la importancia de apartar un día para dedicarlo al Señor.
Si estamos ejerciendo nuestro papel de tíos o vecinos, no dejemos de motivar a estos niños para que asistan a las reuniones o bien acerquémosles materiales, libros que los ayuden a crecer en la fe, obviamente acorde a la edad que ellos tengan.
Y si somos los padres, cuanto más grande es nuestra responsabilidad !!!. Apartemos un momento para compartir un devocional familiar con ellos, llevémoslos al templo, participemos en su formación espiritual.
Sé que los tiempos son complicados, vivimos corriendo y con los horarios ajustados. Pero es allí donde debemos agudizar nuestro ingenio y buscar la forma de encontrar, acorde a la dinámica de cada familia, un momento para compartir un texto y una oración con nuestros hijos. Los primeros bendecidos seremos nosotros, los padres, sin lugar a dudas.
Claro está, que llevará un esfuerzo y disciplina de nuestra parte, pero esta práctica será valiosísima para la vida de nuestros pequeños. Que ellos puedan ver padres comprometidos con su fe, donde el Señor tiene el primer lugar.
Dios nos bendiga y guarde.