“Y hallaron removida la piedra del sepulcro;” Lucas 24:2.
Cuando nos vamos acercando a la fecha de Pascua como a la de Navidad, notamos que estas fechas son muy significativas para los cristianos. Dos fechas tan distintas, pero a la vez tan ligadas. Así como en tiempo de Navidad nuestra mente va recorriendo hechos y momentos relacionados al nacimiento de nuestro Salvador, durante la Pascua también nuestros pensamientos nos llevan a revivir aquellos sucesos por los que tuvo que pasar nuestro Señor.
Pensando en esto, vino a mi mente la escena de la tumba donde pusieron el cuerpo de Jesús. Un lugar oscuro, frio, sellado, en el cual estaba nada más ni nada menos que el mismo Señor, pero muerto. Ese Ser maravilloso que hasta unos instantes antes había dado esperanza, consejo, paz, salud a tantos, ahora yacía allí, inmóvil, con una enorme piedra cubriendo la entrada de la tumba, dejando solo oscuridad y soledad.
Por un momento pensé en ese sepulcro como la imagen de mi propio corazón en distintas oportunidades de mi vida. En lugar de ser un sitio aireado, fresco, cálido, lleno de luz, donde el Señor se moviera libremente, recordé situaciones donde yo misma había hecho de mi corazón una tumba fría, oscura, donde la presencia del Señor parecía no estar.
¿Cómo llegué a eso? Ese corazón que alababa y adoraba a su Señor, ahora estaba tan cambiado. Entonces sigo pensando y solo siento dolor dentro mío. Esa transformación fue producto de falta de confesión de mis errores, falta de darle lugar y participación en mi vida a mi Señor y Salvado, falta de comunión con el dador de la Vida misma.
Y es así como entonces viene a mi mente el glorioso momento en que esa piedra es “removida” y la luz del amanecer del domingo de resurrección llena todo ese lugar. Ya no más oscuridad. Caigo de rodillas, reconociendo mi falta y permitiendo que el perdón del Señor me cubra.
No sé cuál es tu situación hoy, solo te invito a que, en caso de estar como estuvo mi corazón en ciertas ocasiones, dejes que la luz del domingo de resurrección entre a tu vida.
Dios te bendiga.