L.B.Cowman
ISBN 0829705066
Manantiales en el Desierto
Un devocional que lo llevara a una relacion mas intima con Jesucristo.

Hace más de 40 años salió al mercado un libro que llegaría a convertirse en el favorito de los cristianos del mundo entero: Manantiales en el desierto. Durante sus cuarenta años de existencia, la obra no sólo alcanzó la distribución de varios millones de ejemplares, sino que enriqueció la vida espiritual de millones de individuos alrededor del mundo.
 
Devocional del día 10/05/2025
"Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, mas lo comprenderás después." Juan 13:7

Aquí tenemos solamente una vista parcial de la forma como Dios obra, de Sus planes medio completos y medio desarrollados, pero todo ha de aparecer en proporciones bellas y primorosas en el grandioso y acabado Templo de la Eternidad. Marcha al reino del rey mas poderoso de Israel, a las alturas del Líbano. Mira aquel cedro insigne, el orgullo de sus compañeros, un antiguo batallador de las ráfagas del Norte. El verano se complace en sonreírle, la noche adorna su frondoso follaje con gotas de rocío, los pajaritos anidan en sus ramas, el cansado peregrino o el pastor extraviado descansa bajo su sombra del calor del mediodía o de la tormenta, pero inmediatamente este cedro está destinado a caer. El viejo habitante del bosque está sentenciado a sucumbir bajo los golpes del leñador.

Al contemplar el hacha haciendo su primera brecha sobre el nudoso tronco, al ver aquellos miembros azotados desgarrándose de sus ramas, y por último, al ver aquel "Árbol de Dios" como era su epíteto distintivo, crujir al caer por tierra, no tenemos por menos que exclamar contra aquella columna del templo de la naturaleza. Sentimos la tentación de gritar con el profeta y pedir la simpatía de toda estirpe humilde e invocar que todas las cosas inanimadas se quejen del agravio. "¡Aulla, oh haya, porque el cedro cayó!"

Pero espera un momento. Sigue a aquel tronco gigante. Desde allí fue transportado a través de las aguas azules del Mediterráneo, y por último puedes contemplarlo en el Templo de Dios, convertido en una viga magnífica, pulimentada y dando una vista esplendorosa. Al verlo en su punto de destino, colocado en el Lugar Santísimo, en la diadema del Gran Rey, ¿puedes sentir rencor porque "la corona del Líbano" fuese despojada con el fin de que ésta alhaja tuviese un establecimiento tan magnífico?

Aquel cedro permaneció como un puntal majestuoso en el santuario de la Naturaleza, pero "la gloria del segundo lugar que ocupaba, era mucho mayor que la del primero."

¡Cuantas de nuestras almas son semejantes a este cedro! Las hachas de la prueba de Dios las han azotado y despojado. Nosotros no podemos comprender esta forma tan dura y misteriosa de obrar, pero Él tiene un fin noble y un objeto en perspectiva, el colocarlas como columnas y vigas eternas en la Sión Celestial, hacer de ellas una corona de gloria en la tierra del Señor y una diadema real en la mano de nuestro Dios.

Macduff