Decir que los tiempos los administra Dios, resulta irrelevante. Algunos pensamos que es parte de nuestra realidad. Hay un aquí y ahora que no llegamos a comprender en toda su magnitud, no obstante, algo nuevo nos está mostrando el Señor, y es una certeza ante las experiencias que estamos viviendo.
Por otra parte, Dios ha mostrado desde la Palabra lo perverso de la hipocresía, y también desde la misma realidad histórica vigente en las estructuras eclesiásticas que se desarrollan en la búsqueda de poder. Por supuesto esto no es nuevo. Indagando un poco en la historia del cristianismo, durante la Edad Media, y también desde la Reforma hasta acá, se observa que una y otra vez hemos caído en gestiones de intereses personales perversos. No es exagerado pensar que aun en las Escrituras rastreamos hipocresías de este tipo y aún de lucha por el poder. No hace falta ahondar demasiado en la historia para descubrir que la religión y el poder; y por ende el dinero, siempre han caminado de la mano. Desde que algún brujo comenzó a balbucear alguna fórmula mágica que sólo él conocía, hasta llegar a los actuales fundamentalismos (que se dan en todas las religiones), la búsqueda del poder se hizo presente en la Iglesia. Por eso no extraña, aunque nos desagrade, que también en el mundo evangélico –que se supone sabe mucho de Biblia– también se instalen estas tendencias de poder, generalmente apoyándose en las estructuras de una iglesia dada, o denominación, estructuras que se acomodan o adaptan para lograr los intereses que se persiguen.
Volviendo al presente, simplemente se percibe que algo distinto está proponiendo el Señor. Tal vez la oportunidad de retomar un camino de fidelidad a la Palabra y una transparente actitud de servicio de parte de todos los que tengan alguna responsabilidad. Hay que mencionar algo más que es muy importante, y es privilegiar por sobre todas las cosas el desarrollo, crecimiento y la transformación del Pueblo de Dios, sabiendo simplemente eso, que le pertenece a Dios y no a algún líder de turno.
En este cuarto trabajo, es difícil salirse de la experiencia recientemente vivida en Rosario (refiero al Congreso de la Asociación Bautista en junio de 2006). Se reconoce que fue muy buena la organización, mejor aun las presentaciones y estudios, pero sobresaliente por sobre todo lo demás, que nos sentimos Pueblo de Dios, administrados por Él, guiados por Él, enseñados y mimados por Él. Todo lo demás que pueda agregarse ha sido virtud del Señor que nos dio el privilegio de integrarnos como sus hijos.
Necesitamos descubrir la empatía que nos desafía a ponernos en los zapatos del otro, es un desafío que contrarresta las modalidades actuales que quieren instalarnos de poder y el manipuleo. Por eso, parece interesante observar la reacción de Jesús cuando se piensa y actúa hipócritamente. También Él reaccionó frente a situaciones semejantes. Por aquel entonces, los líderes religiosos de turno, pretendían ejercer el poder, y sobre actuar las interpretaciones de su tiempo imponiendo criterios propios sin pensar en las consecuencias.
La idea ahora es analizar el tema que se encuentra en Mateo 12:1-8. La particularidad de este texto nos permite introducirnos en el pensamiento de Jesús respecto de las prioridades que estableció para la vida comunitaria de la iglesia. Al analizar el texto, descubrimos que el pensamiento de Jesús era ver personas por sobre todas las cosas. Esto no es nuevo para muchos pero, vale la pena ahondar qué piensa Él de las estructuras.
Observemos el texto. Sugerimos hacerlo en varias versiones (traducciones). Jesús está caminando por una zona agrícola. Es sábado y ha llegado la hora de comer y no tienen cómo obtener comida. Los discípulos optan por entrar a un campo y, de acuerdo a la Ley, sacan los granos que pudieran juntar con sus manos, y simplemente los comen. De pronto aparecen en escena los fariseos y cuestionan a Jesús por permitir que sus discípulos hayan entrado al campo en un día sábado y efectuar un trabajo.
Ante la acusación que le dirigen estos líderes, Jesús les responde con dos ilustraciones concretas:
(1) La primera señala a David. Alguien sumamente respetado por los judíos, a quien el Maestro describe cómo fue para él más importante saciar su hambre aunque los panes hubieran sido consagrados para alimentar a los sacerdotes. Era una trasgresión.
(2) La segunda referencia tiene que ver con los sacerdotes de su propio tiempo, quienes en el día de reposo trabajaban oficiando como tales al realizar la circuncisión de los niños. Por lo tanto, para Jesús, no puede aplicarse la Ley sin considerar primero a las personas en su situación concreta.
Pero, ¿qué representa el templo en boca de Jesús? Recordemos que Jesús reacciona fuertemente contra aquellos que desvirtuaban la utilización del templo en provecho propio transformando la razón de ser casa de oración como un espacio físico para el encuentro espiritual del pueblo con Dios. No olvidemos tampoco que es el mismo Jesús quien más adelante señalará la desaparición del templo.
De esta manera, el Maestro inaugura una Edad Mesiánica reinterpretando la función del templo, el lugar del templo y todo lo que éste representaba. Todo un tema que abordaremos más adelante.
Pero lo realmente significativo está en el versículo 6, que la versión RV60 traduce así: Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí…
Seguramente todos coincidiremos que Jesús es mayor que toda idea de templo que hayan pensado los seres humanos, pero resulta difícil aceptar que Él se exprese de esta manera sobre sí mismo. Lamentablemente esta frase del v.6 representa un problema de traducción, que es fácil descubrir si se coteja con otras traducciones. Al hacerlo se nota inmediatamente que esta frase tiene un sentido mucho más amplio y más significativo. Veamos algunas:
N.T. de Pablo Besson, 1919 (1er. NT traducido en nuestro país)
Os digo pues que mayor que el templo
es lo que está aquí.
La Biblia de Estudio, Dios Habla Hoy (SBU), 1995:
Pues les digo que aquí hay
algo más importante que el templo.
La Biblia de las Américas, 1986:
Pues os digo que
algo mayor que el templo está aquí.
La Biblia en Lenguaje Actual, SBU, 2002:
Pues les aseguro que aquí hay
algo más importante que el templo.
Se podrían citar otras excelentes traducciones como la Biblia de Jerusalén, La Nueva Biblia Española, etc., pero el problema de traducción está demostrado. Tampoco hace falta recurrir a una explicación con el texto original pues está muy bien traducido en estas versiones.
Lo cierto e importante es que esta lectura del pensamiento de Jesús es más coherente y lógica con su misión y permite descubrir algo que impregna todo el Evangelio y es que Jesús prioriza a las personas por encima de toda idea de religión, formas o estructuras eclesiásticas. Él no admite que las estructuras que se necesitan para administrar la vida de una congregación, o congregaciones, sujeten o se impongan sobre las necesidades reales de las personas. Jesús llegó al sacrificio de cruz por las personas y no por las modalidades de turno o las estructuras que algunos hombres en algún momento de la historia o aún hoy.
Al observar el ministerio de Jesús no es difícil apreciar que una de sus costumbres era asistir a la sinagoga y que tiene un fuerte respeto hacia esa institución por el rol educativo y social que desarrollaba. No así respecto del templo, porque las escuelas rabínicas que tanto influenciaban en las interpretaciones, sostenían que el templo representaba el depósito de la Ley. En otras palabras, todas las discusiones e interpretaciones rabínicas tenían lugar allí. No por nada Jesús anticipa la destrucción del mismo.
Continuando con el versículo 7, se observa que Jesús le señala a los fariseos que no conocen (si supieseis) lo que había dicho el profeta Oseas (6:6): Misericordia quiero y no sacrificio… y el texto que continúa y que no hace falta que Jesús lo cite pues ellos lo sabían de memoria: y conocimiento de Dios más que holocaustos. Jesús refrenda que su Padre espera una actitud de misericordia como resultado del conocimiento de Dios y que esto es superior a cualquiera de los sacrificios que ellos celebraban en el templo. Pero el Maestro va más lejos y hace referencia a las interpretaciones que ellos hacen sin tener en cuenta las consecuencias sobre el pueblo. En otras palabras, no ven gente, ven códigos…
Es bueno analizar las dos cosas que demanda Jesús por encima de toda organización o estructura, las que a su vez deberán estar al servicio de las personas para lograr estas dos virtudes irrenunciables de cualquier iglesia u organización: el conocimiento de Dios debe generar misericordia hacia el otro, que a su vez, genera una dia- léctica que permite conocerme a mi mismo. Veamos:
Misericordia
Se puede recorrer el tema a lo largo de las páginas del Antiguo Testamento, donde vez tras vez se hace evidente la actitud misericordiosa de Yahvé para con su pueblo. Una de las denuncias más fuertes que hacen los profetas está vinculada con la denuncia de los reyes que no cumplen con este requisito. Al llegar al Nuevo Testamento, es Jesús quien encarna en sí mismo la misericordia y espera de los hombres que le sigan con una actitud similar para con sus prójimos (próximos), en la cotidianeidad de la vida, y en las cosas más simples como las más complejas. Se puede afirmar que Jesús no sólo encarnó la misericordia al grado máximo de dar su vida, sino que insistió permanentemente en acentuarla desde su enseñanzas e ilustraciones, e incluso parábolas.
En el pensamiento de Jesús está presente que esta actitud de misericordia incluye a todas las relaciones humanas: la familia, el trabajo, el barrio, la sociedad, y en todo ámbito posible y accesible.
En el texto de Mateo 12:9-14 se puede apreciar que Jesús no se quedó con el discurso sino que se dirige a la sinagoga de ellos y lanza una frase emblemática para todos los tiempos y para quienes hoy siguen sus propias pasiones: ¿cuánto vale un hombre…? Y a continuación agrega: es coherente hacer el bien…
A la luz de nuestras realidades eclesiásticas, valdría la pena preguntarse: ¿Qué será hoy tener misericordia? ¿Cómo debe manifestarse en la práctica? ¿Qué actividades apoyaríamos si fuera lo más relevante? ¿Qué estrategias emplearíamos para dar cumplimiento a esta visión de Jesús? ¿Cómo debieran funcionar los líderes de las congregaciones sí esto fuera de vital importancia para nosotros?
Si lo pensamos un momento, estas preguntas pueden llevarnos a analizar si el ministerio que desarrollan nuestras iglesias es el que realmente estaba en la mente de Jesús, o simplemente seguimos rutinas o modalidades heredadas sin mucha reflexión.
Conocimiento
Es una idea generalmente mal entendida. Los complejos que abundan en el mundo evangélico de parte de quienes no han querido pagar el precio de estudiar, la poca disposición al esfuerzo de prepararse, y la argumentación de un Dios “gurú” o mago, ha llevado a que muchos pretendan instalar una dicotomía entre el saber y los sentimientos. Lamentablemente no llegan a ver al Jesús brillante en el conocimiento e interpretación de la Palabra como el elemento que nutre su sabiduría, y, por otro lado, ver con los mismos ojos al Maestro llorar ante la tumba del amigo (Juan 11:35), o conmoverse ante la indigencia y soledad del pueblo (Marcos 6:34).
El conocimiento, en su concepto original, es la palabra más vinculante de todas. No es el mero conocimiento intelectual, sino el conocimiento que desde la reflexión bíblica se experimenta, se vivencia en la realidad de la vida. Es el conocimiento que se asocia con el pasado [fe], el presente [amor] y el futuro [esperanza]. Por esa razón se utiliza para el vínculo máximo de la pareja (ver Mateo 1:25). Incluso se utiliza en algunas circunstancias como “cultivar”, poniendo de manifiesto como se integran el conocimiento y la experiencia del agricultor, es decir, con el afecto que éste hace las cosas.
Es significativo que con tantas organizaciones eclesiales, tantos seminarios y programas de todo tipo de modalidad, los cursos a distancia y la propia Internet, el liderazgo de nuestras iglesias no pasa de un 20 % con una formación medianamente sólida. ¡Qué contraste con lo que hace Jesús! Sencillamente dedicó tres años (habría que calcular las horas cátedra) a doce hombres torpes, pero les puso como condición indiscutible la formación “del camino”, previa a toda dirección y servicio. Enseñanza que sería tomada por el Espíritu Santo para que diera el fruto esperado (Juan 14:26).
A la luz de esto: ¿Qué habrá querido decir Jesús cuando señaló: por sus frutos los conoceréis? ¿Qué razones se pueden esgrimir ante estas realidades irrefutables?
Reflexión final
Para hacer una interpretación correcta hay que preguntarse siempre: ¿Por qué el autor introdujo este relato? ¿Qué motivaciones tiene? ¿Por qué el Espíritu Santo le guió para que este relato se introdujera como texto sagrado? Podemos sacar por lo menos dos ideas.
Mateo dirige este escrito a los judíos para que ellos pudieran apreciar que Dios tiene una expectativa distinta de la vida religiosa de la que ellos habían gestado. Habían llegado a estas ideas a través de una lectura de los Escritos memorístico, y con una aplicación legalista y rígida sin tener en cuenta a los seres humanos en sus necesidades existenciales (misericordia). ¿Para qué servía una Escritura así? Pues simplemente para que unos pocos mostraran “su poder” (no el de Dios) sobre los demás. La no existencia del verdadero amor por el otro, hace que toda la Escritura se transforme en letra muerta.
Para Mateo es claro que el templo quedaría en la historia (o ya habría quedado, según ubiquemos la fecha de Mateo). Hoy sabemos que de aquel majestuoso templo sólo quedó el muro de los lamentos, paradójicamente, a dónde hoy van los judíos a dejar escritas sus oraciones y lamentos, en la expectativa de que Dios les conteste, siguiendo simplemente con el cumplimiento del ritual impuesto.
¡Pareciera que nada ha cambiado!
Otra motivación evidente, es que los cristianos de su tiempo, y por supuesto los posteriores, es decir nosotros, no cometiéramos los mismo errores que habían cometido los judíos quienes creían saber todo lo que era necesario de la Ley, pero con una tremenda pobreza espiritual porque no veían lo básico: personas.
Como evangélicos hemos cuestionado muchas veces las estructuras episcopales (verticalístas) y los bienes de la Iglesia Católica.
Por un lado, hemos cuestionado duramente esta falta de libertad y oportunidad para la feligresía. Hasta hemos escuchado fuertes críticas al analizar los significados del “clero” por una parte y el “laicado” por otro. De alguna manera —afirmábamos mirándolos a ellos— veían al laico como a un “burro” que está en el banco sin derechos, limitado a escuchar y obedecer irracionalmente, y a conformarse con mirar una imagen (icono) para adorarla, generando una confusión total con la demanda eclesiástica y la verdad bíblica, por supuesto desconocida.
También le hemos señalado críticamente, a la Iglesia Católica, lo que económicamente ha juntado por siglos heredado de dudosa forma. Tremendas catedrales, grandes extensiones de tierras, capitales rindiendo intereses en bancos propios, es sólo una parte de lo que podemos mencionar, y que el proceso de acumulación de bienes transitó una Edad Media miserable y hoy está presente ante un pueblo hambreado. Pero: ¿y nosotros…?
Debemos ser muy honestos y reconocer que el pensamiento de Jesús que se manifiesta en este texto, no representa una prioridad para nosotros. Tenemos estructuras y organizaciones que nunca sabremos cuanto nos cuestan. Profundas rigideces que pautan la vida de la gente de nuestras congregaciones sin que nadie se anime a cambiar. Liderazgos que se imponen tratando a los miembros como “burros” sin que ellos lleguen a darse cuenta de esta condición.
No podemos ocultar que gastamos millones de dólares en edificios y organizaciones eclesiásticas difíciles de mantener. También, la ansiedad de muchas iglesias que pretenden tener sus catedrales donde encerrar a sus “mega iglesias”.
Finalmente, tal vez nos sirva pensar, y porque no, jugarnos por una iglesia del tercer milenio con esta mirada de Jesús puesta en personas. Y que todo lo que se haga o planifique responda a quienes necesitan el Evangelio y no a los que viven de él. Pensar en proyectos de servicio, y no servirse de los proyectos.
¡Simplemente eso: ver personas! ¿Será tan difícil?
Una cosa es seguro. ¡Tendríamos muchos menos problemas de los llamados eclesiásticos y eclesiológicos, y también de los doctrinales…!
¡Si tan sólo estuviéramos preocupados en servir al otro…!
¡En el corazón de Jesús (su mente, sus sentimientos), estaban las personas…! ¡Por eso nunca habló de organizaciones ni de templos, ni de días de reunión, ni de horarios, ni siquiera de las modalidades en la adoración…!
¿Será posible que éste se constituya en el primer y más importante objetivo de la Asociación Bautista Argentina?