¿Cómo podemos identificar la voz de Dios?
Por Manuel L. Capriolo
Quizás como creyentes alguna vez nos hemos formulado esta pregunta ante una situación particular. Tal vez en este momento alguien lo esté haciendo, aun cuando parece que en estos tiempos “abunda la Palabra de Dios”, en contraste con la época en que el joven Samuel ministraba en el templo, porque muchos –hasta con soberbia– se ufanan expresando enfáticamente “el Señor me dijo”, o “el Señor me habló”. Pero no es en realidad lo que verdaderamente dice Dios, como está en las Escrituras, sino mensajes ajenos a ellas, palabras nacidas quizás por el ansia de destacarse, de tener poder, de lucrar o de justificar métodos personales para lograr un fin, sin percibir que esa actitud ha de causar un mal irremediable en el que lo menciona o en los que atienden al “nuevo mensaje de Dios”, tal como pasó según el relato bíblico de 1 Reyes 22: 22 – 23 cuando el espíritu de mentira fue puesto en boca de los profetas de Acab para su ruina.
Hay en la Biblia un extraño episodio en el capítulo 13 de 1 Reyes que invito a leer en su totalidad, y que se relaciona con este tema.
Se había producido el triste acontecimiento de la división de Israel en norte y sur: Judá y Benjamín al sur con su rey Roboam y las otras diez tribus al norte con Jeroboam. Este, al quedarse sin templo, sin lugar sagrado para adorar a Dios, hizo construir sus propios lugares de adoración, pero no a Dios ( cap. 12 ) lo que significó una clara rebelión delante del Señor, que no lo tolera y entonces le envía a Jeroboam un mensaje.
Leemos en 1 Reyes 13:1 “ … un varón de Dios por palabra de Jehová vino de Judá a Bet-el …” y profetizó delante del altar pagano de Jeroboam y delante de él mismo que en Judá nacería un rey llamado Josías, y que en el altar recién construído por este rey infiel serían sacrificados los sacerdotes y quemados sus cuerpos, y este mismo altar ahora se quebraría.
La reacción de Jeroboam fue inmediata, y cuando extendió su brazo para prender al profeta, el brazo se le secó.
El pasaje dice que el altar se quebró; el rey rogó por su brazo, y Dios le dio al profeta el poder para restituirlo. Tres siglos después Josías reinó en Judá he hizo lo profetizado sobre los sacerdotes … Grandes pruebas de la fidelidad de la palabra de Dios dada a este profeta anónimo.
El rey lo invita a su casa ( v. 7 ) y el profeta responde ( v. 8-9 ) “… Aunque me dieras la mitad de tu casa, no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar. Porque así me está ordenado por palabra de Jehová …”
Entonces emprende el regreso y se produce el “extraño episodio”, cuando otro viejo profeta ( v. 11 ) se entera de lo ocurrido y le sale al encuentro para invitarlo a comer en su casa. El varón de Judá no acepta por la misma razón dada al rey, es decir, por orden, por palabra de Dios.
Es aquí donde nos encontramos ( v. 18 ) con el conocido estribillo: “el Señor me dijo”… pero no era palabra de Jehová … mintió, seguro, porque Dios es inmutable y si el Señor hubiese dispuesto algo distinto no habría utilizado terceras personas para hacérselo saber al fiel varón que se enfrentó con Jeroboam asumiendo todos los riesgos que ello implicaba: Dios ya había hablado.
El fiel siervo vaciló, creyó, y atendió otra voz que no era la de Dios. Pero estando juntos los dos hombres, ahora sí la voz de Dios se oyó por boca del que mintió ( v. 20-22 ) “ … Así dijo Jehová …” y se escuchó la sentencia de Dios sobre el más joven de los dos por no haber obedecido totalmente el mandato dado.
Regresando es atacado por un león y muere, siendo sepultado más tarde por el otro varón de Dios.
Episodio con profetas cuyos nombres no conocemos y comportamientos que nos dejan una clara lección sobre el valor y poder de la Palabra de Dios a la que nadie debe desafiar (Apoc. 22: 18-19 ) porque todo lo que está escrito o dicho es completo, veraz e inmutable ( Mat. 5:18 ) y se cumplió, se cumple y se cumplirá.
“ Probad los espíritus si son de Dios …” escribe el apóstol Juan en su primera carta …¡ y era el primer siglo del cristianismo ! … ¡con cuánta más razón hoy!
“ ¡Pero Señor, el hombre que vino a hablarme, era un siervo tuyo; era una persona mayor, con experiencia, y por eso le creí !” …
Ese pudo haber sido un buen argumento para esgrimir de parte del varón de Judá … pero era fiel y no se atrevió a excusarse porque se dio cuenta de su error y desobediencia atendiendo otra voz que en realidad le parecía que le estaba diciendo algo bueno como era descansar y satisfacer su hambre y sed … algo tan agradable o inocente que nos recuerda la tentación en el Edén.
Por eso Jesús dijo que no todo el que lo llama Señor entrará en el reino de los cielos sino el que hace la voluntad del Padre, oyendo sus palabras ( Mat. 7: 21-24 )
Hoy muchos “ viejos profetas ” dicen tener “ palabra de Dios ”, y así inducen a otros, que inocentemente les creen, a caer en el error y tal vez en muerte, por apartarse de las fieles, eternas, e inmutables palabras y mandamientos de Señor.
Quizás como nunca son los tiempos que proféticamente el apóstol Pablo inspirado por el Espíritu Santo anuncia en 2º Tim. 4: 3-4 “ … cuando no sufrirán la sana doctrina … y apartarán de la verdad el oído …”
¿ Cómo puedo identificar la voz de Dios ? … no hay más que leer el Salmo 119 para notar el inmenso valor que tiene lo que está escrito: “ En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti ” ( v. 11 ) “ Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción hubiera perecido ” ( v. 92 )
Estos son sólo dos versículos de los tantos que encontramos sobre el valor, poder y eternidad de la revelación divina: La Biblia. Así procedió el rey Josías apenas encontró y leyó el Libro de la Ley ( 2 Reyes cap. 22 y 23 ). No necesitó nuevas revelaciones porque todo estaba – y está – en las Escrituras.
El escritor cristiano A. W. Tozer expresó: “ Dios habla a los corazones de personas que se preparan y aprestan para oír y por el contrario, los que no se preparan, no oirán nada ”
Dios habla sólo por su Palabra; y solo con ella y a través de ella es donde podemos oír su voz si, como dice el escritor mencionado, estamos preparados para oír, con el auxilio del Espíritu Santo que mora en cada creyente.
No “oír ” lo dicho y escrito por el Espíritu Santo en la Biblia, y buscar otras fuentes, equivale a soledad, alejamiento del Señor, y en definitiva la ruina. “ Tu siervo soy yo, dame entendimiento para conocer tus testimonios. Tiempo es de actuar, oh Jehová porque han invalidado tu ley. Por eso he amado tus mandamientos … y aborrecí todo camino de mentira ” Salmo 119: 125- 126, 127 a, 128 b.