ABC de la Apologética
Ayudando a los Discípulos Pastor Samuel O. Libert
1. LA EXISTENCIA DE DIOS
Es imposible demostrar su existencia o su no-existencia. Decir que Dios no existe requiere tanta fe como decir que Dios existe. Mucha gente no-cristiana tiene fe en que Dios existe. Otros niegan su existencia. Algunos filósofos han tratado de demostrar, a su manera, la existencia de Dios. Otros filósofos han intentado destruir los argumentos de aquéllos. Lo único que a veces pueden conseguir es negar la existencia del “dios” creado por los argumentos filosóficos de sus colegas, pero nada más. El verdadero Dios se revela a sí mismo como Supremo Hacedor del Universo. Lo intuimos al contemplar la Creación, pero Él no puede ser conocido a través del razonamiento humano. Dios es mayor que nuestro propio entendimiento y es inútil tratar de comprender con nuestras mentes finitas a un Dios infinito. Por eso Él tomó la iniciativa y se manifestó al encarnarse en la persona de nuestro Señor Jesucristo (Ev. de Juan 1:18). 2. LA CREACION DEL MUNDO La hipótesis del "big bang" es la teoría vigente en nuestros días, que puede ser desplazada por alguna otra teoría en el futuro. La ciencia hace continuos descubrimientos y lo que es válido hoy puede no serlo mañana. El "big bang" es una buena hipótesis de trabajo. Es respetable, es científica, es aceptable, pero no es un dogma. Lo importante es que no se opone a la Biblia. Hay que tener en cuenta que la Biblia se limita a decir que Dios creó el Universo, pero no dice de qué manera inició el proceso de la creación. La Biblia declara: “En el principio, Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Su primera orden fue “sea la luz” (idem.1:3). Esto no contradice la hipótesis del "big bang" ni se opone a las actuales convicciones de la ciencia. Si hubo una explosión inicial que dio origen al Universo, podemos afirmar que esa explosión se produjo por la voluntad del Dios creador. 3. LA TEORIA DE LA EVOLUCION El lenguaje de los dos primeros capítulos del libro del Génesis, en el Antiguo Testamento, hace evidente que la Biblia tampoco contradice a la teoría de la evolución, salvo en lo que concierne al origen del hombre. El relato bíblico en esos capítulos describe la creación como un proceso, y enfatiza que Dios hizo surgir las especies ordenando que tanto las aguas como la tierra produzcan formas de vida. Por ejemplo, “produzca la tierra hierba verde” (Gén.1:11); “produzcan las aguas seres vivientes” (Gén.1:20); “produzca la tierra seres vivientes” (Gén. 1:24). Este relato en términos de “días” no supone necesariamente que se trataba de días de 24 horas. La aparición del sol y la luna, y la referencia al calendario, se producen en el cuarto día (Génesis 1:14-19), lo que permite suponer que los tres primeros días (y los demás) pudieron ser etapas de mayor extensión. Sin embargo, ninguna cosa es imposible para Dios. La Biblia no nos informa sobre el tiempo transcurrido desde la creación. No contiene una cronología que abarque las distintas edades prehistóricas, etcétera, porque es un libro religioso y no un libro científico. Por supuesto, en la Biblia la “evolución” se limita al relato del proceso creativo, pero no abarca el resto de la historia geológica y biológica del planeta. Por su parte, la teoría de la evolución no explica “el misterio de por qué y cómo se da la evolución”, e ignora -hasta cierto punto- que la evolución no puede continuar indefinidamente y que, tanto en lo biológico como en lo geológico, no está satisfactoriamente demostrada. Algunos teólogos intentan conciliar el hecho de la creación y la teoría de la evolución, asumiendo una posición llamada “creacionismo progresivo” que, a su vez, es también otra teoría. 4. EL ORIGEN DEL HOMBRE En cuanto al origen del hombre, la Biblia no brinda apoyo a la teoría de Darwin, pese a que el Vaticano la tolera. Es evidente que no hay diferencias físicas básicas entre el hombre y ciertos animales. En cuanto a cuerpo, tenemos una estructura similar a la del mono. Los distintos órganos se encuentran distribuidos en el mono de la misma manera que en el hombre. Esto hace pensar en un parentesco entre ambos, y ha dado origen a numerosas hipótesis evolucionistas sobre el origen del hombre (y no sólo a la teoría de Darwin). Esas hipótesis no armonizan entre sí, pero coinciden en rechazar el relato bíblico que dice que el hombre es producto de una creación especial de Dios (Génesis 2:7,21,22). De vez en cuando aparecen supuestos ejemplares del “eslabón perdido”, pero en general se ha comprobado que esos fósiles han sido manipulados por la imaginación de los científicos, o por la mala fe de algunos investigadores. Los cristianos evangélicos sostenemos que el hombre no es el resultado de la evolución del mono, ni de la evolución de otro “animal superior”. El hombre aparece en la historia del planeta como alguien absolutamente aislado de todo proceso evolucionista. Con el hombre nace la persona, surge la personalidad, hecho desconocido por el mundo animal. Afirmamos que el hombre no es simple “continuación” de la naturaleza. Posee un intelecto y una voluntad. Entre el mono más inteligente y el hombre más torpe hay un abismo. Ninguna especie ha cruzado el umbral que separa al animal del hombre. Nuestra fe, “contra viento y marea”, a pesar de los incontables libros escritos para defender el supuesto parentesco entre el hombre y el mono, se fortalece en su actitud de sostener que el hombre fue creado, por una acción específica del Supremo Hacedor, a imagen y semejanza de Dios. 5. EL HOMBRE PRIMITIVO Es imposible, para el lector desprevenido, hacer armonizar el relato bíblico sobre Adán, Eva, y sus descendientes, con los descubrimientos científicos referentes al hombre de la prehistoria (por ejemplo, el hombre de las cavernas, cuya existencia ha sido suficientemente demostrada). Mientras las Sagradas Escrituras describen los orígenes de algunas civilizaciones primitivas, la antropología nos presenta, por ejemplo, al hombre de la edad de piedra, que también pertenece a la realidad. ¿Cómo conciliar ambos cuadros?... La respuesta es que nada impide la coexistencia de ambas culturas. En nuestra época todavía hay pueblos salvajes, en regiones muy aisladas, que viven como el hombre prehistórico, a pesar del asombroso avance de la tecnología contemporánea. En aquellos tiempos remotos es muy posible que algunos pueblos hayan emigrado hacia regiones apartadas, y por la hostilidad del medio hayan padecido procesos de decadencia, involucionando (en vez de evolucionando), en medio de guerras bárbaras y catástrofes geológicas. Eso pudo ocurrir tanto antes como después del diluvio, según lo demuestran los rastros hallados por los científicos. No había entonces suficientes medios de comunicación como para transmitir la cultura de un pueblo a otro pueblo en regiones muy remotas. La Biblia se limita a relatar la historia de la humanidad tan sólo en lo que concierne al plan de Dios para la salvación del mundo. Hay pensadores cristianos que sugieren que quizás hubo una civilización preadámica (anterior a Adán), que sufrió una horrible catástrofe, cuyos sobrevivientes se refugiaron en cavernas y sufrieron una degeneración física y quizás mental, hasta que se extinguió la especie, dejando a la tierra “desordenada y vacía”. Suponen que hubo una guerra nuclear (imaginando que la civilización preadámica fue muy avanzada), vinculada a la rebelión de Satanás contra Dios. Añaden que, después de eso, Dios comenzó a reordenar el mundo, según ellos interpretan el primer capítulo de Génesis. Sin embargo, por ahora todo eso es tan sólo una teoría sin fundamentos sólidos. Lo que sí puede observarse en la edad presente es que las guerras destruyen naciones y que miles o millones de sus habitantes pueden verse obligados a retornar a las más primitivas condiciones de vida, especialmente en países de Asia, África y otras regiones. Esto ha ocurrido muchas veces en la historia y, obviamente, cosas parecidas -¿tal vez peores?- también pudieron pasar en la prehistoria humana. 6. LA ENCARNACION Y EL ORIGEN DE LA VIDA El hombre contemporáneo es notablemente escéptico en cuanto a la virginidad de María y la encarnación de Jesucristo por obra del Espíritu Santo. Pese a la exteriorización de ciertas formas de religiosidad (particularmente en el cristianismo tradicional católico romano), millares de protagonistas de largas marchas a los santuarios, o participantes de manifestaciones multitudinarias en procura de pan y trabajo, no están convencidos del milagro de la Natividad del Señor. En general, la ciencia comparte esa incredulidad, porque considera del todo imposible que en la matriz de María se haya producido una fecundación causada por el Espíritu Santo, sin intervención de hombre alguno. Por supuesto, creer que Jesús “nació de María virgen” es un articulo de fe. Ningún científico no-cristiano admite la posibilidad de una fecundación espontánea sin espermatozoides. Ellos no creen en milagros. Sin embargo, creen que la vida en nuestro planeta surgió espontáneamente, por obra y gracia del azar, debido a una serie de eventos casuales que dieron origen a la vida en una forma del todo accidental. Y esa teoría también requiere una gran dosis de “fe” científica. A nuestra vez, afirmamos que el mismo Dios que dio origen a la vida en el principio de la creación, también se manifestó en el seno de María para revelarse a la humanidad (Ev. de Lucas 1:26-38). Son dos maravillas producidas por el Omnipotente. En ambos casos, el Espíritu Santo engendró vida. Muchos ateos y escépticos afirman que el relato del nacimiento de Jesús es tan sólo una copia del conocido mito pagano sobre la diosa-virgen-madre que da a luz un hijo de tal o cual dios. Más bien, ese mito tiene su remoto origen en el anuncio inicial de Dios sobre el advenimiento del Redentor, confirmado después por las profecías, que fue llevado por los pueblos primitivos a todo el planeta, conservado y luego desfigurado en sus tradiciones hasta transformarlo en el mito a que se hace referencia. 7. EL SEÑOR JESUCRISTO Y SU RESURRECCION La realidad histórica sobre la vida de Jesucristo ha sido muchas veces puesta en tela de juicio. Hay autores que niegan su existencia y suponen que es un personaje imaginario. Otros lo describen como un buen maestro de la antigüedad (no divino), o como un embaucador, o como un psicópata profundamente equivocado sobre su persona y su misión. Muchos judíos piensan que Jesús fue un rabino importante, pero no coinciden con algunas de sus enseñanzas. Por otra parte, numerosos ocultistas relacionan a Jesús con las enseñanzas esotéricas y suponen que él fue la reencarnación de alguno de los “grandes iluminados” (por ejemplo, Buda), y que todavía se sigue reencarnando en otros (como Saint Germain, el Señor Maitreya, etc.). Recordemos que los discípulos informaron a Jesús que había gente que pensaba que él era la reencarnación de Juan el Bautista, Elías, Jeremías, o alguno de los profetas (Mateo 16:13-14). También hay quienes afirman que la tumba de Jesús está en la India (o en otro lugar) y que él nunca resucitó. Los que niegan la resurrección del Señor piensan que se trata de una fantasía alimentada por las alucinaciones de María Magdalena y de varios seguidores de Jesús, o sugieren que el apóstol Pablo inventó esa leyenda, con la complicidad de los discípulos, para fortalecer y brindar nueva vida a un cristianismo debilitado por una gran frustración en sus expectativas. Y también hay quienes opinan que Jesús fue retirado de la cruz cuando todavía estaba con vida y luego se recuperó, simulando una resurrección que nunca ocurrió. Estas y otras teorías han causado impactos de diversa intensidad en la mente de muchas personas. Pese a tales críticas, la resurrección de Jesucristo fue confirmada por las declaraciones de centenares de testigos (ver 1ª Corintios 15:3-8) y por evidencias adicionales que comprueban ese hecho con mayor exactitud que otros célebres eventos registrados en la historia de la humanidad. Si el relato de la resurrección era falso, es imposible comprender que los discípulos, que vivieron con Jesús, hayan arriesgado sus vidas, sufriendo persecución y muerte, para defender una mentira que no les daba ganancia alguna. No se entiende que se hayan sacrificado para predicar las supuestas virtudes de un engañador, o de un iluso, que los había defraudado. El capítulo 15 de 1ª Corintios revela la firmeza de las convicciones del cristianismo del primer siglo en cuanto a la resurrección del Señor Jesucristo. El vigoroso testimonio de los apóstoles es altamente sugestivo. 8. LOS MILAGROS Un escritor escéptico definió a los milagros como “una violación de las leyes de la naturaleza” y dijo que “si Dios es el autor de las leyes de la naturaleza, nos da un mal ejemplo al violar sus propias leyes”. Pero no es así. Las llamadas “leyes de la naturaleza” son producto del estado actual de la investigación humana, pero no son la definitiva palabra de la ciencia, que siempre está abierta a nuevos descubrimientos. Lo cierto es que ignoramos muchas de las supremas leyes con las que Dios gobierna el Universo. Dios no se contradice jamás, y siempre es coherente consigo mismo. No está violando sus propias leyes, sino actuando conforme a las leyes que nosotros desconocemos. Por ejemplo, sabemos que en última instancia el problema de la enfermedad y la muerte se debe al pecado que reina en este mundo, y que toda la creación está en “esclavitud de corrupción” y “gime, y a una está con dolores de parto, hasta ahora” (Romanos 8:21-22). También sabemos que el propósito de Dios es darnos nueva tierra y nuevos cielos donde mora la justicia (2ª Pedro 3:13). Allí “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4). Entonces, pues, cada milagro es una manifestación de las supremas leyes de Dios y una señal que nos muestra algo de la vida venidera. 9. LA BIBLIA La Biblia ha sido rechazada con innumerables argumentos a través de los siglos. La crítica ha arreciado en los últimos tiempos, pero ya en el siglo pasado -y aún antes- se afirmaba que la Biblia es tan sólo una imitación de la literatura religiosa pagana pues reproduce, con sólo algunas variantes, leyendas, códigos y enseñanzas de documentos más antiguos, procedentes de pueblos ajenos a la cultura judeo-cristiana. Es verdad que hay algunas coincidencias, que deben atribuirse a la misma causa que establece cierta semejanza entre el conocido mito de la diosa-virgen-madre y el milagroso nacimiento de Jesús (ver parte final del punto 6). Es obvio que algunas civilizaciones paganas estaban informadas sobre las expectativas mesiánicas y las cosas reveladas por Dios a hombres como Enoc, Noé, Abraham y otros, antes que comenzase a escribirse la Biblia. Pero hay que enfatizar que la Biblia está libre de los errores y supersticiones que se leen en otros manuscritos supuestamente sagrados. La Biblia contiene 66 libros que fueron escritos en un período de unos 1.400 años, por alrededor de cuarenta autores distintos que tenían dispares niveles de educación, o ninguna, y pertenecían a diferentes culturas y diversos niveles sociales. Muchos de ellos no se conocieron entre sí, ni vivieron en la misma época, ni escribieron en los mismos lugares. Pero guiados por el Espíritu Santo, produjeron libros que revelan una milagrosa unidad de pensamiento, una asombrosa precisión que admira a todo estudioso honesto. Todas las investigaciones arqueológicas han demostrado y siguen demostrando la exactitud del relato bíblico. Así se ha establecido la veracidad de las historias de ambos Testamentos, con referencias geográficas perfectamente comprobadas. Las enseñanzas contenidas en la Biblia hacen de ella un texto de contenido moral infinitamente superior a otros documentos religiosos, paganos o no. La Biblia es el Libro fidedigno, escrito bajo inspiración divina (2ª Timoteo 3:16-17). Es el Libro en que Dios habla al hombre y se hace conocer a sí mismo, revelando sus propósitos misericordiosos y mostrando a la humanidad el camino de la redención. (de notas y grabaciones tomadas por los alumnos durante las clases de apologética dictadas por el pastor Samuel O. Libert en la Academia Bíblica Bautista Arroyito (ABBA), de Rosario) |