Han pasado 20 siglos.
¿Será cierto que habrá un día de máxima justicia?
¿Habrá un momento final y de juicio?
¿Será realidad que alguna vez los creyentes verifiquen que la justicia de Dios es real?
La fe nos lleva a compartir y aceptar muchas cosas beneficiosas para nuestras vidas. Por supuesto, algunas no lo son tanto y no nos agradan. Otras directamente nos desagradan muchísimo y nos sentimos impotentes. Sin embargo, nos guste o no, siempre hemos de encontrar esta tensión que generalmente va acompañada de una alta dosis de hipocresía.
El último recurso que nos queda es pensar con absoluta certeza que todo lo que se hace en la viña del Señor alguna vez será pasado por el tamiz del juicio. Esto genera cierta calma, pero a su vez nos desafía a asumir una tremenda responsabilidad sobre nuestra propia conducta personal y también de nuestros pensamientos y especulaciones.
Pensando en las situaciones que se dan en nuestro tiempo, ¿qué piensan los que algún día fueron convocados para servir al Señor por medio y a través de Su pueblo, y en el proceso se enredaron en asuntos de su exclusivo interés, que puede ser económico, el éxito, o simplemente ejercer poder? Todo indicaría que no pudieron sobrevivir a las presiones y se olvidaron de aquellos inicios llenos de sueños y tal vez ilusiones en pro de querer servir a los más débiles y acabaron aprovechándose de ellos.
Seducidos por estas pasiones, el tiempo inexorablemente pasa dejando atrás los sueños y las ilusiones primeras, y también las oportunidades. En el camino emprendido para responder al llamado, muchos se fueron dejando impresionar por quienes quieren hacer pedestales de nuestra tarea e inconscientemente a veces endiosan. Pero también son muchos los que descubren otras oportunidades que no son de servicio y aprovechan otras circunstancias y admiten intencionalmente que el servicio se transforme en exitismo y poder.
Aquí cabe preguntarnos: ¿éxito según quién? ¿Qué queda de todo el reconocimiento público, los aplausos, los cargos en las organizaciones, el ser reconocidos por otros evangélicos, y las fotos en la primera página?
Una rápida mirada a las Escrituras nos revelan cosas sorprendentes: ¿qué fue éxito en la vida de Jesús, o en la vida de Pedro, Pablo o Juan? ¿dónde están las multitudes? ¿qué de la soledad de Jesús o Pablo en sus últimas horas? ¿acaso basaron su ministerio en la popularidad? ¿se dejaron seducir por las masas?
Corría el año ’80, había fallecido una querida hermana que había sufrido mucho a raíz de un cáncer de huesos. La referencia es a Febe de la Torre. Le había conocido como profesora de música en el seminario Bautista y había desarrollado una muy buena relación con mi esposa. Cuando la estaban sepultando en el Cementerio Británico, era tal la cantidad de hermanos que algunos nos paramos sobre algunas de las tumbas próximas. Finalizada la ceremonia, como suele ser habitual, uno mira los nombres de las tumbas y para mi sorpresa, había estado parado sobre la tumba de Don Pablo Bessón. Dicha tumba estaba abandonada, llena de yuyos, y se apreciaba que hacía muchos años que nadie pasaba por ella siquiera a barrerla.
¿Quién cuestionaría el ministerio de Don Pablo Bessón? ¡Sin embargo ahí estaba lo que quedaba de él unos 50 años después!
Al año siguiente, 1981, se cumplía el centenario de los primeros bautismos que el propio Bessón celebró en el Río de la Plata; una fecha memorable. Por supuesto, estuvimos en el acto de celebración al pie de su tumba, pero ahora estaba luminosa. Seguramente hoy debe estar abandonada nuevamente.
Es cierto que sus obras continúan , pero no ellos. El texto es sumamente claro pues afirma que las obras continúan pero las personas desaparecen, a saber, toda gloria humana va a una fosa. Que desnudos llegamos y desnudos nos vamos.
¿Qué pues, quedará de nosotros sobre esta tierra?
¡Nada! La risa de algunos jóvenes cuando alguien les hable de lo que se hizo en tal fecha o lugar y a ellos no les importe nada, pues sencillamente serán capítulos de una historia que ellos ni siquiera registran y tampoco les interesa.
Pero, entonces: ¿dónde hay preocupación o se registran realmente nuestras historias? Una voz dulce y firme responde a nuestras conciencias:
¡Yo registro absolutamente todo, incluso las intenciones y pasiones más ocultas! ¡Ni un cabello se cae sin que yo lo registre!
¡Qué cantidad de detalles registrados…! ¿En que computadora se registra toda nuestra vida?
¡Se está haciendo un DVD de la vida de cada uno y no nos percatamos!
¡Ojalá se le meta un virus porque sino, qué difícil…!
Pero: que bueno que sea así. ¡Qué inteligente y sabio el Señor! Mientras nosotros: ¡Qué necios…!
Realmente, desde lo más profundo de nuestra alma algo nos hace gritar: “habrá un día, habrá un día…”
Habrá un momento, un escenario donde se reunirán multitudes de todos los tiempos, lugares y etnias, y allí de pronto alguien conectará el DVD de nuestras vidas y quedaremos pasmados, asombrados al ver digitalizados nuestros momentos y pensamientos más recónditos, y aun los que creíamos que eran solamente nuestros.
Allí estará nuestra vida frente a nosotros, y ante la multitud de testigos, y lo más difícil ante el Justo, ante el Cristo sentado en el trono analizando el llamado, las primeras ilusiones, las oportunidades, y si hemos construido con paja u oro sobre el fundamento. Tal vez por la cabeza de alguno, o varios, pasó la idea de ser él o ellos el fundamento. ¡Además el juicio va a comenzar por nosotros…!
¡Ineludible…! ¡Dios no puede ser burlado!
Entonces aquél día muchos exclamarán afirmando “hicimos”; en tu nombre “hicimos”. De nuevo la voz dulce y firme responderá:
¡Es cierto! ¡Ustedes lo hicieron, pero Yo no,
y no solo no lo hice sino que no tuve nada que ver
con las obras de ustedes!
¡En su enfermedad de poder, también jugaron a sentirse mesías,
y cayeron en sus propias trampas queriendo ser igual a Dios!
¡También ustedes repitieron la historia…!
Entonces dirá:
¡Nunca los conocí! ¡Qué tragedia!
Yo no pude intimar con ustedes porque no les importó mi pueblo,
Solo llevaron adelante sus pasiones…
No pude tener un diálogo genuino, honesto, porque ustedes no lo eran para con sus propios hermanos y mucho menos conmigo.
Y su voz seguirá preguntando:
¿Cómo pudieron llamarles hermanos y les descalificaron, y les trataron como ignorantes y nos les importó ni lo que pensaban ni lo que sentían?
No les importó si sufrían, o lastimaban a sus familias o amigos…
Se aprovecharon de ellos para vivir bien, y se sintieron los únicos dignos de reconocimiento y
homenaje…
¿Cómo no fueron capaces de escucharles en lugar de imponerles?
¿Por qué tenían que pensar cómo ustedes?
¡Y pretendieron imponerles sus criterios, sus maneras de pensar!
¿Por qué? ¿Acaso esto no es poner otro fundamento?
¡Dónde quedó la justicia de la que escribían y predicaban!
¡Dónde se desintegró la encarnación de la Palabra!
¡Por qué en lugar de servir se sirvieron “de” para sus propios beneficios o intereses…!
¡Qué podrán reclaman ahora! ¿Cuál será la justicia ahora? ¡Qué derechos pretenden?
Mi Palabra se cumplirá inexorablemente:
A aquellos que ustedes maltrataron y se aprovecharon de ellos serán los primeros…
¡Ustedes ahora les servirán a ellos!
Entonces clamarán a las rocas que les cubran. No se podrán sostener en pié.
¡No habrá otra oportunidad!
Sepan todos los seres humanos sobre la tierra, hombres y mujeres, que con absoluta certeza:
¡Habrá un día…!
Sepan y griten los sufridos: ¡habrá un día en que la justicia divina será una realidad!
Tiemblen los que creen tener el poder: ¡no permanecerá!
¡Habrá un día en que la justicia humana se confrontará con la de Dios!
¡Habrá un día!
Mientras tanto, ¿qué espera el Señor de ti?
Que practiques la justicia,
Que ames la misericordia
y seas humilde ante tu Dios.
Miqueas 6:8 (NVI)
|