REFLEXIÓN SOBRE LA PASCUA


LILIANA CHIMENTI - Presidenta de Asociación Bautista Argentina.
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En aquél viernes santo Jesús estaba solo. Incluso sus doce discípulos se habían marchado. Y le oímos gritar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34). No solo había sido abandonado por sus compañeros, sino que ahora, en aquella hora desesperada y solitaria, Él, al llevar nuestros pecados en su propio cuerpo en la cruz, había sido abandonado por Dios. Jesús estaba soportando el sufrimiento y el juicio del infierno por vos y por mí.

El Viernes Santo celebra el día en que nuestro Señor murió por nuestros pecados en la cruz. Muchas veces me he detenido a pensar sobre la agonía y el sufrimiento que Él padeció por nosotros. En un momento dado dijo desde la cruz: “Todo se ha cumplido” (Juan 19:30). Quería decir que Dios había aceptado su obra en la cruz como castigo por nuestros pecados.

La muerte de Cristo por nosotros es la razón por la que Dios puede perdonarnos y seguir siendo justo. A su vez, la muerte de Jesús nos enseña la profundidad y la amplitud que debe tener el perdón que nos mostramos unos a otros. Aunque aquel Viernes Santo fue terrible, fue el preludio del domingo por la mañana, cuando nuestro Señor resucitó de entre los muertos. Las mujeres habían venido a ver su tumba, pero los ángeles hicieron el glorioso anuncio: “¡Ha resucitado!” (Lucas 24:6). Su resurrección garantizó que nosotros también resucitaremos, si creemos en Él y obedecemos su Palabra.

“A su vez, la muerte de Jesús nos enseña la profundidad y la amplitud que debe tener el perdón que nos mostramos unos a otros”

Hay millones de personas en todo el mundo que no tienen paz en este momento porque nunca han encontrado el secreto de ella. Algunos pueden tener riquezas como resultado de la codicia y la avaricia, pero sus almas están consumidas y frágiles, sus corazones están fríos hacia Dios, sus conciencias embotadas y sus mentes cegadas.

Necesitan saber que hay un Dios de amor maravilloso que envió a su Hijo Jesucristo a este mundo. Y como muestra de su misericordia, Cristo, fue a la cruz para tender un puente de paz entre Dios y la humanidad.

¿Vives en la realidad de la victoria de Jesús sobre la muerte? ¿De qué manera tangible puedes compartir esa victoria con los demás para que ellos también tengan vida?

La Pascua es una época de gran alegría para los que conocemos a Cristo. Pero los que no tienen la luz del conocimiento de la gloria de Dios (ver 2 Corintios 4:6), no hay en ella nada de lo qué alegrarse.

Jesús nos dejó con la gran esperanza y certeza de que Él va a regresar para traer un nuevo cielo y una nueva tierra donde, se nos dice, no habrá más tristeza, problemas o muerte para aquellos que han creído y lo han seguido. Pero para aquellos que lo han rechazado, habrá angustia, dolor y sufrimiento.

Como cristianos, nuestra gran tarea es obedecer el mandato de hablarle a todo el mundo de Cristo crucificado, sepultado y resucitado.

¡Él ha resucitado!, esas son las Buenas Nuevas!



LILIANA CHIMENTI