¿Qué sucedería si no hubiese estaciones del año y el tiempo solo fuera una larga e invariable
monotonía? Qué sucedería si
fuésemos criaturas sujetas a las vicisitudes del destino, incapaces de romper con los caminos
horriblemente pecaminosos?
¿Qué sucedería si no pudiéramos encontrar, en el Espíritu Santo, el permiso para vivir
victoriosamente en este mundo? Que sucedería si fuéramos prisioneros del pasado, limitados a él,
heridos por los tristes recuerdos, puestos en peligro por nuestro historial de decepciones,
encadenados por nuestros lamentables errores?
¡Pero no lo estamos! Cada día es un nuevo día, cada mes es uno nuevo, y con cada Año Nuevo recibimos una oportunidad para comenzar todo nuevamente.
A medida que los años pasan, reflexionamos sobre el pasado sin ser aprisionados por los fracasos que posee. También miramos hacia el futuro e intentamos comprender los privilegios que conlleva, convirtiéndonos durante el proceso en niños de esperanza.
Nuestra esperanza descansa sin duda en la confianza bien fundada en el único que es el mismo ayer, hoy y siempre - el Dios que ama y valora toda la creación. Al cruzar el umbral de un Nuevo Año, podemos retroceder del temor que nuestro pasado podría mostrar e inclinar nuestras almas a las nuevas oportunidades y las grandes posibilidades que están por delante. Este es el camino para todo aquel que conoce la fuente de la gracia que marca nuestra libertad en Cristo Jesús.
Esa es la verdad, a medida que marchamos hacia el futuro somos bendecidos al ir en compañía de aquel que nos protege de la dependencia en nuestra propia fuerza. El Espíritu Santo también nos permite ver las puertas que Dios abre para el crecimiento en Cristo, y nos provee la fuerza para perseverar hasta el final de nuestro viaje.
Sigamos adelante con el recordatorio que Gardner Taylor pronunció durante su sermón en el Octavo Congreso de la Alianza en Cleveland, Ohio, en 1950, que "Dios ha establecido auténtica prueba de la validez de nuestro camino en la historia. El ha dado señales de que durante el peligro estará rápidamente de pie a nuestro lado, no renunciará ni abandonará nuestro camino aunque las iniquidades del infierno desborden la tierra". Con este Dios, ¿Qué hemos de temer?
¡Que este nuevo año sea rico en el conocimiento de la gracia en la que caminamos - todo debido a Jesús!
¡Pero no lo estamos! Cada día es un nuevo día, cada mes es uno nuevo, y con cada Año Nuevo recibimos una oportunidad para comenzar todo nuevamente.
A medida que los años pasan, reflexionamos sobre el pasado sin ser aprisionados por los fracasos que posee. También miramos hacia el futuro e intentamos comprender los privilegios que conlleva, convirtiéndonos durante el proceso en niños de esperanza.
Nuestra esperanza descansa sin duda en la confianza bien fundada en el único que es el mismo ayer, hoy y siempre - el Dios que ama y valora toda la creación. Al cruzar el umbral de un Nuevo Año, podemos retroceder del temor que nuestro pasado podría mostrar e inclinar nuestras almas a las nuevas oportunidades y las grandes posibilidades que están por delante. Este es el camino para todo aquel que conoce la fuente de la gracia que marca nuestra libertad en Cristo Jesús.
Esa es la verdad, a medida que marchamos hacia el futuro somos bendecidos al ir en compañía de aquel que nos protege de la dependencia en nuestra propia fuerza. El Espíritu Santo también nos permite ver las puertas que Dios abre para el crecimiento en Cristo, y nos provee la fuerza para perseverar hasta el final de nuestro viaje.
Sigamos adelante con el recordatorio que Gardner Taylor pronunció durante su sermón en el Octavo Congreso de la Alianza en Cleveland, Ohio, en 1950, que "Dios ha establecido auténtica prueba de la validez de nuestro camino en la historia. El ha dado señales de que durante el peligro estará rápidamente de pie a nuestro lado, no renunciará ni abandonará nuestro camino aunque las iniquidades del infierno desborden la tierra". Con este Dios, ¿Qué hemos de temer?
¡Que este nuevo año sea rico en el conocimiento de la gracia en la que caminamos - todo debido a Jesús!