Cuando Jesús tomó aparte en lo alto de aquella elevada montaña a estos tres discípulos, los colocó en una comunión íntima con Él. Ellos no vieron a nadie sino a Jesús, y era una gran cosa el estar allí. El cielo no está muy retirado de aquellos que se detienen en el monte con su Señor.
¿Quién es el que no ha vislumbrado la abertura de la puerta en momentos de oración y meditación? ¿Quién no ha sentido en el lugar secreto de la sagrada comunión la ráfaga de algún oleaje emocional, un gozo por anticipado de lo sagrado?
El Maestro tuvo tiempos y lugares para conversar con tranquilidad con Sus discípulos. Una vez lo hizo en la cumbre de Hermon, pero con mas frecuencia en los declives sagrados de Oliver. Cada Cristiano debería tener su Oliver. La mayor parte de nosotros, especialmente en las ciudades y pueblos grandes, vivimos en un apresuramiento. Desde por la mañana temprano hasta la hora de acostarnos, estamos expuestos a girar rápidamente de una parte a otra sin tener tranquilidad para nada. En medio de este barullo, la oportunidad que tenemos para meditar, para orar, para la lectura de Su palabra y para comunicarnos con Él es muy pequeña.
Daniel tuvo necesidad de un Oliver en su habitación, en medio del ruido e idolatría de Babilonia. Pedro encontró el suyo en lo alto de la casa de Joppa, y Martín Lucero, halló el suyo en el "aposento alto" de Wittenberg, el cual aún se conserva como sagrado.
Una vez, el Dr. Josefph Parker dijo: "Si no volvemos a las visiones, a elevar nuestra mirada al cielo, a darnos cuenta de las glorias mas excelsas y de la vida mas elevada, entonces perderemos nuestra religión, nuestro altar se convertirá en una piedra desnuda y sin bendecir por los habitantes del cielo." Lo que el mundo necesita hoy, es hombres que hayan visto a su Señor.
The Lost Art of Meditation
Acércate a Él. Él puede llevarte hoy a lo alto de la montaña a donde llevó a Pedro a pesar de sus errores y a Jacobo y a Juan, aquellos hijos del trueno que una y otra vez interpretaron por completo malamente a Su maestro y Su misión. No hay razón alguna por la que no pudiese llevarte a ti. Así que no te elimines de ello y digas: "Éstas visiones y revelaciones del Señor son para los espíritus escogidos." ¡Pueden ser para ti!
John McNeill