En un peque?o pueblo de Irlanda en el a?o 1867, nace Amy, una preciosa ni?a de ojos marrones. Era bonita y alegre. Después de ella llegaron 6 hermanitos más. Ella era la mayor. Sus padres eran fieles creyentes en Dios, así que ella desde muy peque?a había conocido la Palabra de Dios. Sabía qué era orar y también sabía que Dios podía hacer grandes cosas, así que una noche oró pidiéndole que le cambiara el color de sus ojos. Dijo: “por favor Se?or, cambia el color de mis ojos, no los quiero marrones, sino azules como el cielo”. A la ma?ana siguiente, apenas se despertó corrió a verse en el espejo, sabiendo que el Se?or habría contestado su oración. Pero grande fue su desilusión cuando vio que sus ojos seguían siendo del mismo color. Esto quedó grabado en su mente y en su corazón y algunos a?os después, tuvo la respuesta de porque sus ojos eran mejores siendo marrones.
A medida que iba creciendo, también iba creciendo en ella el deseo de servir a Dios. No tenía una buena salud, había días enteros que debía pasarlos en cama a causa de terribles dolores en su cuerpo. A la edad de 20 a?os escuchó el testimonio dado por el misionero James Hudson Taylor, quien estaba sirviendo en China. Al oír acerca de la obra misionera, sintió en su corazón que esa debía ser su actividad. Así que fue a Londres y se preparó para esto. Su objetivo: Asia.
A los 29 a?os parte como misionera a Japón, pero una vez más, sus problemas físicos le jugaron en contra. Los médicos le aconsejaron ir a la India, donde el clima iba a ser más favorable para ella. Al llegar a este país, descubrió costumbres que jamás hubiera imaginado. El pueblo donde se alojó se llama Dohnavur. Es allí donde se entera que había una costumbre entre ellos que consistía en dejar a ni?as en los templos como ofrendas a los dioses. Ellas eran abandonadas allí por sus padres y debían quedarse en estos templos volviéndose propiedad de los sacerdotes que vivían allí, impidiéndoles a ellas tener una vida distinta.
Fue así como Amy, decidió armar un plan para poder entrar al templo y rescatar a estas ni?as. Ella pintaba su piel con café y vestida con el sari (ropa típica de la India), parecía una más del pueblo. Fue allí donde entendió la importancia del color de sus ojos. Hubiera sido muy difícil si sus ojos hubieran sido azules. Detrás de esto que parece tan insignificante, se puede ver el porqué de la negativa a su oración cuando peque?a.
De esta manera comenzó su lucha para liberar a estas criaturas de tan triste realidad. Miles de ni?as fueron rescatadas y a?os más tarde fue abolida esta costumbre de entregarlas en los templos. Su lucha tuvo fruto.
Sus últimos 20 a?os los vivió postrada, en una cama, a causa de una caída que sufrió. Escribió 35 libros. Fundó infinidad de orfanatos donde no solo se cuida de los ni?os, sino que se les brinda la Palabra de Dios.
Muere a la edad de 83 a?os, en India.
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