"Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. " Colosenses 3:21
Es una tarde apacible de Otoño. El sol cálido brilla a través de algunas nubes tenues que se asoman tímidas en el cielo celeste profundo. La brisa es suave y templada. En una plaza con juegos infantiles, se escuchan las risas de los niños y el murmullo de las conversaciones, acompañadas por alguna factura, algún mate. Ese es el escenario. Una tarde de Domingo donde los padres aprovechan el tiempo agradable y el momento para estar con sus hijos.
Mientras juego con mi nieta, observo a los niños y a sus padres. Contemplo cómo a una nena de carita traviesa los padres le aconsejan que no se aleje, que tenga cuidado con su bici de no atropellar a nadie, que preste atención.
El papá la lleva a una hamaca que se desocupa y le dice en una complicidad de risas y de imaginación: "sostenete fuerte...uy! Que alto que vuela Alicia! ".
Se nota el cariño, amor y esmero en este vínculo. Y se nota la alegría de esta nena.
De pronto, algo disruptivo, rompe esta escena. Un nene patea una pelota con mucha furia y en su trayectoria cae sobre otro nene bajando del tobogán. El nene del tobogán irrumpe en llanto, los padres acuden a ver qué pasa, lo consuelan. Le dicen: "Fue un accidente, no pasa nada, quédate tranquilo”.
Por otro lado se escuchan los gritos de los padres del niño que pateó la pelota, suenan como chillidos agudos. Le dicen: "Pero, Juan Cruz, siempre haces lo mismo...¿no ves que sos un bo...? ( una grosería), no se te puede llevar a ningún lado..." Observo a los padres agresivos zamarrearlo del brazo, irse de la plaza y al nene que llora acongojado, mezcla de rabia, mezcla de impotencia.
Me produce mucha tristeza y siento ganas de abrazarlo. Me dan ganas de acercarme a hablar con los padres, pero la prudencia me aconseja lo contrario.
Y me quedo pensando en las dos escenas, las dos familias, las dos infancias. Si supieran los padres el daño que hacen cuando maltratan verbalmente a un niño. Si supieran el daño que se produce en la autoestima del niño escuchar : "sos un inútil, no servís para nada, siempre haces macanas". Si supieran la importancia de las palabras como : " tené cuidado, qué bien hijo, qué lindo esto que hiciste!" Si supieran la importancia de los actos de amor, cuidado y protección. Lo fundamental que es jugar y prestarles atención, de alentarlos a que pueden más.
Si entendieran la importancia de las palabras y de los actos en el psiquismo infantil. Pequeñas palabras diarias, pequeños grandes actos de amor. Palabras y acciones que son el fundamento de una buena autoestima. Palabras y acciones que invisten a ese/a hijo/a desde antes que naciera. Desde la misma concepción y embarazo. Desde el mismísimo momento en que uno decide ser padre/ madre. Ese deseo que se transforma en un espacio para ese bebe por venir; ese deseo que hace que uno quiera lo mejor para sus hijos y que quieras dar lo mejor de ti para esa criatura.
De ese amor primario, de esos anhelos y pensamientos, se va estructurando la mente del bebé. Se va estructurando el narcisismo, que es nada más ni nada menos que el amor a sí mismo. Es lo que denominamos autoestima. Una buena autoestima no nace de un día para otro, es un constructo.
La buena autoestima se va construyendo, como dije antes, con el amor de los padres, con buenas porciones de la misma autoestima o narcisismo de los padres. Por eso hablo de los padres, porque tus hijos serán el reflejo de vos mismo; vos serás el modelo, el espejo donde tus hijos se miren.De padres violentos no esperes hijos con una sana autoestima. De padres que se respetan, que crean un ambiente armonioso y seguro muy probablemente vendrán hijos con una buena autoestima.
No te contengas en expresarles el amor que sentís por ellos: bésalos, abrázalos, elógialos en cada oportunidad que puedas. Hacele saber lo Orgulloso/ a que estás de él/ ella. No le impongas metas inalcanzables, no son las metas de tus hijos, esas son las tuyas. No le exijas por demás, ni tampoco le "sirvas todo en bandeja". No seas una sombra siempre pendientes de ellos, ni los agobies con tus cargas. Tampoco quieras ser el interlocutor de tu hijo/a, no son una prolongación tuya.
Dile cuantas veces puedas, lo mucho que lo amas. Esto no quita que tengas que poner límites claros y coherentes, porque ya vimos en mi nota anterior, que poner límites también es una forma de amor. Deja que cometa sus propios errores sin caer en el dramatismo ni la exageración. Decirles como los papas de la plaza: "no pasa nada, fue un accidente o lo harás mejor la próxima".
Enséñales también el respeto hacia los demás, a ser amables con los otros, a ser compasivos con los animales y con la vida misma.
No dudes en pedir ayuda, algún consejo o acudir a un terapeuta. Ser padres es la profesión más difícil que existe. Perdónate tus propios errores y trabaja en tu propia autoestima. Enséñale el Amor a nuestro Dios y a toda su Creación sobre todas las cosas.
Padres, respeten el tiempo de cada hijo. Adquirirán su logros madurativos al ritmo personal. No hagas comparaciones con otros niños, esto los irrita y frustra. Cada niño es único, singular e irrepetible.