“Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.” Salmos 121:1-2
Faltaba tan solo un mes para el tan ansiado nacimiento de mi segundo hijo. Estaban listos el moisés, la ropita, la mantita y las mamaderas. También estaban pensados los nombres: Christian si era varón y Ornella si era nena. Teníamos la fecha probable de parto y la ilusión de la parejita, ya que nuestro primer hijo había sido varón, aunque en realidad nuestra prioridad era “que venga sanito”. A finales del séptimo mes comencé a tener contracciones. Visita al obstetra, ecografía, reposo y medicación. Lo usual. Sin embargo, mi angustia iba en aumento, sentía que " algo andaba mal". Nuevamente visita al obstetra, preguntas de rutina, nueva ecografía y mi angustia que iba creciendo. Finalmente, internada en la clínica, a solas con mi esposo, me desahogo y le comparto la loca idea que cruzaba mi cabeza: " ¿y si es retrasado?". Él me tranquilizó y me dijo:" no digas eso, todo va a andar bien."
Pero no fue así. Luego de una semana de estar internada, nació Christian, con solo ocho meses de gestación. Nació a las 8.20 de la mañana de un viernes de octubre. Pesó 2,750 kg. Era precioso, de tez rosada, pero ….
Noté que no lloró al nacer, los médicos y enfermeras se miraban entre sí, me felicitaban, pero yo sabía que algo no estaba bien.
Ya en mi cuarto, la partera, no el obstetra, nos dijo que Christian parecía tener Síndrome de Down, pero que debían hacerle unos estudios genéticos para determinarlo con seguridad. Todavía recuerdo claramente el llanto acongojado de mi esposo. Es tan desgarrador ver a un hombre llorar. Luego nuestro abrazo.
Christian tuvo que ser intervenido quirúrgicamente a las 72hs de nacido porque tenía una obstrucción intestinal y tuvo que estar en terapia intensiva 25 días.
Me dieron el alta, sin mi bebé. Salir del sanatorio sin mi hijo en brazos fue una sensación tan extraña, tan rara, un terrible vacío.
Éramos una pareja de tan solo 26 y 29 años. Tan jóvenes, tan desorientados, tan confundidos, sin respuestas.
Yo me aferré a mi fe, me aferré a Jesús como nunca en mi vida. No entendía por qué algo así nos estaba pasando. ¿Por qué Señor?, ¿Por qué?, ¿Por qué?.
Una sola cosa sabía, que amaba a ese bebé como a mi primer hijo, que iba a luchar por él toda la vida, que deseaba desesperadamente que viviera y que el Señor me iba a sostener.
Y así fue. Hoy Christian tiene 30 años y es un hombrecito feliz. Estudia Comedia Musical, le encanta bailar y ser el centro de atención de las reuniones familiares. Actualmente asiste a un Centro de Día donde realiza tareas de cocina y manualidades. ¡Disfruta tanto de los placeres de la vida!!! como dormir, comer, bailar, las vacaciones en familia, viajar. Cuando estoy preocupada es él quien me enseña a mí diciéndome con un ademán para acentuar sus palabras: " Tranquila mamá “.
Mi pregunta de ¿Por qué Señor? hoy tiene su respuesta. Porque sí, porque así lo quiso Dios. s. Porque el Señor sabía que yo iba a poder. Porque Christian es de bendición para mi vida. No sería la persona que soy, la psicóloga que soy, la madre que soy, sin Christian.
No fue fácil. Christian tuvo en su primera infancia todas las "itis”: faringitis, laringitis, otitis a repetición (actualmente usa audífonos para escuchar bien), entero colitis, conjuntivitis, 2 veces neumonía, bronquitis, etc. Recuerdo su roncar, mis noches de insomnio y angustia, las constantes visitas al pediatra, las nebulizaciones, la estimulación temprana, la kinesiología, los antibióticos y corticoides continuos. A los 3 años luego de deambular de pediatra en pediatra dimos con uno que nos sugiere una nueva intervención quirúrgica, de adenoides. Fue un vuelco espectacular, un cambio de 180° en la salud de Christian.
Ahora mirando hacia atrás y viendo todo lo que viví, sé que hice lo que pude, pero siempre aferrada a mi Señor.
Mi humilde consejo para los padres de niños con capacidades diferentes es: busquen ayuda profesional, busquen en sitios web información, busquen la contención de papis con la misma problemática. No se aíslen, la familia y los amigos son muy importantes. Permítanse el duelo de tener un hijo especial. No nieguen la realidad. No bajen los brazos, no se queden con un único diagnóstico u opinión. Ellos necesitan de cuidados especiales y que respetemos sus tiempos.
Sepan que todo lo que hagan no será en vano.
Dios les bendiga.