El a?o pasado llegó a las escuelas un material muy interesante que publicó Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina). Esta publicación plantea la necesidad de hacer prevención desde la primera infancia, acerca del consumo problemático, no solo de las sustancias llamadas drogas, sino de todos los consumos en general e ir un poco más allá, pensando en las conductas que favorecen el consumo. Poder preguntarnos qué sentimos y pensamos es la puerta de entrada a una prevención.
Les comparto aquí fragmentos extraídos de “Cuidados en Juego”, (Sedronar a?o 2017), y los invito a que nos tomemos el tiempo de leer, pensar, y reconocernos en algunas conductas que se detallan más adelante.
Llamamos “lógica de consumo” a una manera de funcionar y de actuar que regula y que rige al conjunto de nuestras prácticas sociales: alimentar, educar, criar, entretener, etc. Si bien estas prácticas no son nuevas, bajo esta lógica se llevan adelante de un modo particular, obedeciendo a ciertas reglas. Regula de tal forma nuestras relaciones con los demás y con el mundo, que promueve y contribuye a que se formen socialmente sujetos que piensan y sienten antes como consumidores que como sujetos de derecho.
A continuación describimos las características y valores que la lógica del consumo imprime sobre la construcción de los modos de ser y sentir, tanto de los adultos como –en especial, por estar en pleno desarrollo– de los ni?os y las ni?as. Se trata aquí de poder identificar su lógica para visibilizarla, desnaturalizarla, y tomar una distancia crítica respecto de cómo nos atraviesa, y así poder formularnos preguntas para pensar otros modos de hacer y ser.
Si bien están íntimamente vinculadas entre sí, las dividimos para caracterizarlas con mayor claridad.
El tiempo es ahora, se trata del instante,Replica Handbags del zapping, del tuit, del video, el tiempo de las tecnologías, el tiempo del presente eterno. El valor supremo es la felicidad “aquí y ahora”. Los ni?os aprenden que no tienen que esperar para lo que quieren, y los adultos respondemos sin demora, confirmando ese aprendizaje. En la vertiginosidad no hay posibilidad de pensar, ni de sentir.
El ni?o necesita de un tiempo diferente al de las tecnologías para constituirse como tal. La ni?ez necesita de un tiempo constitutivo y constructivo. La capacidad de esperar y de tolerar la frustración y el malestar se van adquiriendo en lo cotidiano con prácticas concretas que requieren de tiempo. Tiempos donde los ni?os se apropian del mundo que habitan, tiempo para entender qué emociones los habitan a ellos. Pareciera que los ni?os de hoy no tienen tiempo para ser ni?os.
Sabemos que para la constitución subjetiva de los ni?os son fundamentales algunos hábitos, rutinas, repeticiones, que le ofrecen la seguridad de saber que el mundo continúa allá afuera.
En la repetición se comienza a comprender de qué trata el mundo, y a comprenderse uno mismo.
Da la impresión que la sociedad de consumo produce permanentemente cosas nuevas. Pero quedar fuera de lo “nuevo” hace que los adultos y también los ni?os se sientan, como inadecuados, deficientes o de “inferior calidad”.
Sin tener no se es.
Es así como el espíritu de “lo nuevo” domina la relación con las cosas.
El objeto nuevo es mejor porque es nuevo.
Además de empobrecer la experiencia con las cosas, la lógica de lo nuevo afecta la capacidad de hacer el duelo. Cuando se produce un vacío ante una pérdida, el trabajo del duelo consiste en un proceso gradual de elaboración simbólica para rodear esa pérdida con palabras, con sentidos, con dibujos, con historias. Sin embargo, la lógica de lo nuevo impone la necesidad de taponar ese vacío con otro objeto –juguete, animal, persona– que sustituya al anterior, dejando al sujeto inalterado –evitando que algo de sí del sujeto se haya también perdido con esa pérdida.
Una de las respuestas, cada vez más común, frente a los pedidos de los ni?os es comprarle ese objeto para evitar el malestar, el mal momento, el berrinche, etc. Aparece así como recurso la lógica del “taponar”: el ofrecimiento de un objeto cuyo consumo “resuelve” por un tiempo la situación. Una golosina, un juguete, la comida, pueden ser objetos que se le dan al ni?o para que se calme rápidamente. La lógica del taponamiento ense?a al ni?o que ante el malestar hay una solución instantánea, que el deseo se satisface inmediatamente, que consumiendo se solucionan problemas. A veces un abrazo, una caricia, acompa?ar un llanto, tolerar un berrinche, dar sentido con palabras y afecto a un buen comportamiento son respuestas necesarias, que sólo el adulto puede ofrecer. Respuestas que le dan herramientas al ni?o. Pero es entonces cuando el adulto debe soportar el malestar que le provoca no cumplirle todos los deseos al ni?o, postergar también él su satisfacción instantánea, y correrse un momento del lugar de omnipotencia que ofrece poder siempre satisfacer al otro.
Aburrirse quiere decir que uno está posponiendo el mandato de la sociedad de consumo, que es divertirse y sentir placer. El fantasma es el aburrimiento y tras él se despliega toda una cadena de prácticas, porque el aburrimiento es insatisfacción.
El mandato de divertirse y estar entretenidos exige pasarla bien todo el tiempo.
El placer, la satisfacción y lo instantáneo son estructurantes de la sociedad de consumo.
La infancia es un momento de la vida donde el ni?o construye su sensibilidad y es sensible al mundo que lo rodea; y justo en esa etapa tan importante, ante la velocidad, pierde sensibilidad.
Nuestra época necesita cuerpos que anden a mil, que no paren. Cuerpos que consuman, que rindan, que sean eficaces y exitosos. El ideal imperante del “no fallar” pide que no fallen ni los alumnos, ni los educadores, ni los padres, ni los psicólogos, ni los orientadores. Que no haya falla, que funcione, que no se equivoquen, que no haya problemas. Y si los hay, se demandan soluciones rápidas, mágicas, atajos. Al mismo tiempo la exigencia de rendir, también se presenta como la exigencia de llegar a los logros evolutivos en tiempo y forma: armando una estandarización donde todos deben poder lo mismo al mismo tiempo. ?Ya habla? ?Ya camina? ?Ya dejó los pa?ales? ?Ya escribe? , y podríamos seguir enumerando: ni?os adultizados, adultos infantilizados, ni?os sexualizados, simetría entre padres e hijos, adultos como meros proveedores, dificultad para poner límites, etc…”
?Qué podemos hacer como padres y maestros frente a esta realidad que se nos presenta?
Sin duda podemos hacer y mucho, pensar juntos en una lógica de cuidado, donde los adultos seamos mediadores de los consumos de los ni?os, donde exista un acompa?amiento afectivo, de aceptación y se valoren los procesos más que los resultados. Creando un ambiente donde el ni?o pueda transitar la diversidad de estados de ánimo: también nos aburrimos, nos cansamos, nos ponemos tristes, algunas cosas nos salen mal, etc.
Siendo ejemplos de solidaridad, y de búsqueda del bien común.
Construyendo una familia, un grupo, donde se ofrece tiempo para escuchar y se acompa?a frente a situaciones de malestar, generando una actitud crítica y reflexiva frente a situaciones inesperadas y valorando a cada sujeto como una vida singular, con tiempos propios.
Ayudar además en la construcción de hábitos saludables que les permitan crecer, donde seamos para nuestros ni?os, referentes significativos, que vivimos lo que ense?amos.
Como hijos de Dios, tenemos un recurso extra, podemos buscar en oración la dirección de nuestro Padre celestial, y clamar pidiendo sabiduría, con la certeza de que él nos guiará siempre.
Dios nos bendiga en la hermosa tarea de ser padres y maestros.